miércoles, abril 05, 2006

Flashback en linea (revisited)

Nota introductoria: Por sapo fui el primero. Desde mi asiento lance una lenta mirada panoramica a la concurrencia y solo atine a decir: "cuando venia hacia este encuentro de bloggers me sentia como un traidor... tengo un blog que no actualizo hace un año" tras mi introducción en la dinámica colegial en donde nos presentamos, pude empezar a conocer a los otros. Los mismos. Los que andan por la senda que yo esporadicamente recorro. El descubrir toda la diversidad de la blogosféra (me quedo con la acentuación española :) tras el 2 encuentro de blogs colombia me hizo recobrar el entusiasmo y revivir mi blog. Como no he tenido tiempo de escribir algo retomo un texto que fue escrito originariamente para el blog pero que vio la luz por otros lados. Espero pronto contar aquella noche.

FLASHBACK EN LINEA
Memorias fragmentarias de un cibernauta anacrónico

PRESS_INTRO
La ciudad era de aquellas en donde cualquier permutación de factores climáticos arrojaba la canícula como única posibilidad. Caminaba ansioso mientras mi piel se deshacía en gotas de sudor y mi red neuronal en las lucubraciones de costumbre. Atrás enmudecía el mar tras unas murallas cuyas sombras eran prácticamente inexistentes. El mediodía era implacable. La promesa de un jugo de fruta me obsesionaba. Eso y el secreto deseo de refugio. Un lugar donde el sol y la soledad se aniquilaran mutuamente y en donde mi humanidad cuasiderretida pudiese contemplar su alter ego formado de recuerdos fragmentarios que persistían en alguien al otro lado de la red. El bálsamo electrónico. Entonces mis pasos encontraron rumbo hacia donde el bullicio y las calles parecen fundirse. El centro de la ciudad, exiliado de las postales paulatinamente infectó mi horizonte. La satisfacción y los espejos de pixeles deben convivir en su caos.
Una vez adentro el patrón formado no era muy distinto de lo que ya presentía. Sólo pequeñas alteraciones puntuales, el color local, evitaban la completa homogeneidad con la idea de cualquier centro colombiano. Puestos de camarones y elixires afrodisiacos, negros en moto en todas las direcciones y una sinfonía de champeta interpretada por decenas de grabadoras plateadas componían la escena. “5 lucas pana” parecía ser el costo de los bits que alimentaban la ejecución. Codificados en CD pirata of course. De pronto diviso el objeto de la búsqueda. Café Internet anunciaban letras en cinta anaranjada sobre un vidrio. Cruzo la avenida cuyo asfalto serpentea y verifico que la luz verde del semáforo es otro estimulo más sin sentido. Se amplifica la imagen del café. Supero la nube grasosa que forma un puesto de fritanga y gano el anden obstruido por una venta de porno, esta vez “A 10 lucas pana”. Llego al bastión tecnológico. Toda una secuencia de blade runner sometida a un filtro tropicalizante. Abro la portezuela de aluminio con vidrios que transpiran. Tomo un puesto y pido una hora. La recepcionista asiente y presiona unas teclas. Reflexiono sobre el tiempo. Tal vez una hora no sea suficiente para alguien que lleva más de 10 años reptando en la net. Presione enter para un flashback más calmado.

INICIO: LINEA DE COMANDOS
Corría 1993 y de repente los prados del campus empezaron a supurar. Cráteres por doquier revelaban una nueva espina dorsal de la tierra. Aluminio y concreto la formaban. Protegida en su interior la red nerviosa de cable coaxial muy pronto interconectaría todos los edificios. Internet había llegado y la Universidad sería de las primeras en Colombia en tener acceso al prodigio, del cual yo tenia noticia por algunas revistas de divulgación científica. Una horda de cascos amarillos acosaba los cráteres y la barra de progreso de nuestra excitación crecía. El estar estudiando la denominada “carrera del futuro” ya era garantía de que estaríamos entre los primeros miembros de la generación interconectada, algo que en el momento no éramos capaces de dimensionar. Aún así, el entusiasmo fue el suficiente para enrolarme en el curso introductorio.
Su dirección es: lumedina@calvin.univalle.edu.co - me informó el instructor. Mi primer correo electrónico. Inmediatamente pregunté el origen del nombre Calvin. Era el nombre del servidor donde estaría ubicada mi cuenta. Todos los servidores habían sido bautizados con nombres de caricaturas. Consumido por la curiosidad de como se vería un servidor, empecé a vagar por la sala. De repente lo vi, un gran cubo de plástico y acero que ocupaba toda una pared. Se le escuchaba palpitar con un estertor constante, me imaginaba cientos de discos duros en su interior ajetreados de datos, procesadores fatigados con la ejecución de miles de tareas, el centinela que guardaba ese mundo tan atrayente e intangible. Interrumpí la clase y pregunte - ¿Ese es Calvin? - ante lo cual el instructor repuso con una severa burla -No. Es el aire acondicionado.- Las risas no se hicieron esperar. Yo me imaginaba un servidor como una enorme máquina de los años 50. Malditos Multivac y Asimov. Apenas estaba aprendiendo y ya era un ciberromántico. Luego el instructor procedió a señalar el verdadero servidor: Un computador de aspecto vulgar y común, aunque el precio indicará lo contrario. Pero a pesar de la decepción allí estaba mi primera cuenta. Allí reposaban mis primeros mensajes de correo electrónico que ante la ausencia de destinatarios se componían principalmente de insultos proferidos por los propios compañeros de carrera.
Cada vez que encendía la terminal bruta, un cursor aparecía latiendo en el extremo izquierdo. Las pantallas eran monocromáticas y la línea de comandos, la única manera de acceder a la red. El juego de caracteres ASCII constituía el código básico de ese primitivo universo virtual, que en el momento era compuesto exclusivamente por computadores ubicados en las universidades interconectadas y en instituciones del gobierno. Telnet, ftp, mail, ping: algunos comandos Unix que impulsaban el modesto comercio de información de la época. Sólo textos científicos y algunas fotografías y lyrics de bandas de rock, puestas en servidores ftp por algún joven administrador de sistema. El porno era más underground y había que someter al sistema a exhaustivas búsquedas con los comandos archie y veronica seguidos de una cadena de caracteres casi ininteligible en donde agazapado el objeto lascivo se describía. La espera era eterna antes de que la terminal bruta empezara a escupir direcciones que presurosamente eran apuntadas en papel. Luego entrar a las direcciones, seleccionar los archivos sólo por su nombre, descargarlos al servidor y de allí a un disquete y llevar este a un PC gráfico. Todo a punta de comandos. El ratón era un lujo ajeno a la Internet. Penoso era el camino de aquellos primeros pornógrafos electrónicos. Es una lastima que la historia haya olvidado nuestros esfuerzos. Salud a los pioneros del onanismo inducido por el JPG.
Una vez la comunidad de usuarios fue aumentando, se puso de moda paulatinamente el chat. En modo texto, claro, desprovisto de todas las maricadas que lo saturan hoy. El protocolo se llamaba IRC (Internet Relay Chat) y mediante él se seleccionaba un servidor en donde había cientos de grupos de interés. Sexo, música, cine, política, informática, TV, literatura, etc. nómbrelo y allí estaba. O se podía crear. El que la red aún estuviese en el ámbito universitario garantizaba de cierta manera la calidad de las discusiones. Se conocían personas de otros países y se intercambiaban e-mails que progresivamente iban subiendo de tono hasta que por correo normal (no había cámaras digitales y los escáneres eran escasos) llegaba la fotografía que anulaba todo deseo. Aún la realidad era más contundente que el erotismo virtual. Lo mismo solía pasar con los encuentros personales. La decepción era mutua. ¿Qué más se podía esperar cuando los citados eran estudiantes de ciencias de la computación? Tales traumas me llevaron a ser un escéptico de estos medios. Pienso que como la conversación, el arte del chat ha decaído. La mayoría es desperdicio de caracteres y de ancho de banda, líneas absurdas concebidas por las mentes de adolescentes fracasados intentando conseguir ligue el sábado por la noche. Al menos esa fue la impresión que me lleve la última vez que me conecté ; )

Y SE HIZO EL HTML
El reino de la imagen como en todos los medios, entró avasallante y nos cautivó. Las anémicas terminales brutas entraron en barrena, su extinción era ineludible. Creo que era 1994 cuando se escucharon las voces proféticas que frenéticamente vaticinaban “El libro ha muerto”. La pantalla era el lienzo en donde textos e imágenes se combinaban y entrelazaban de manera no lineal, permitiendo lecturas en distintos ordenes y siguiendo áreas de interés más que secuencias. El hipertexto, que ya había nacido en 1990, llegó a nosotros cuando finalmente PCs con entorno gráfico se conectaron a la red en la universidad. Fue tal el esplendor del suceso que en poco tiempo el darwinismo digital elevaría al WWW como el protocolo que se engullo a todos los otros produciendo el efecto catalizador que catapultó la Internet como medio masivo de comunicación. El océano de información inició la inexorable erosión de nuestras mentes agregando una línea más al listado de acepciones de la palabra navegar.
El primer navegador fue el Mosaic. Forzando el símil se podría decir que era más bien una balsa. Lento y sencillo pero suficiente para visualizar el texto y las imágenes publicadas al otro lado del mundo. La biblioteca de Babel posmoderna. Luego apareció el Netscape el cual incluía un editor con el que se podía crear una pagina sin conocer los crípticos rudimentos del HTML en profundidad. Fue allí cuando se desató una fiebre güeb-ona que nos volcó a crear páginas personales donde era costumbre consignar el nombre, fecha de nacimiento, color favorito, nombre de los padres, nombre de las mascotas (y sus respectivas imágenes en los casos más graves), intereses, pequeña reseña biográfica, película favorita etc. encabezada por una foto de carné que había quedado torcida en la digitalización. Ahora en retrospectiva este terrible secreto guardado por otros cibernautas arcaicos y que revelo en exclusiva parece patético. Pero ya en esa época lo presentía, razón por la cual en un gesto combinado de vergüenza y presunción mi página sólo incluía mi nombre y a continuación un texto en donde se leía “Ser humano corriendo Vida 1.0”. La foto fue sustituida por una torpe autocaricatura hecha en Paintbrush. Aquellos eran los tiempos de la inocencia electrónica, antes de la dictadura del navegador con la letra E celeste dominando la matriz de puntos luminosos.
El advenimiento de la imagen en Internet trajo como dulce consecuencia una pequeña edad dorada del porno. Ya aparecían en los grupos de noticias y en los incipientes motores de búsqueda los mensajes y las paginas que producían el delirio. El ritual convocaba varias miradas alrededor de los monitores una vez las salas de computo quedaban abandonadas de toda autoridad. Las imágenes bajaban lentamente en sincronía con nuestra respiración. El espectro completo estaba cubierto, desde modelos semidesnudas estilo playboy hasta todas las *filias. Fue allí cuando comprendí que esos otros mundos, sórdidos y hasta ahora sólo sugeridos en conversaciones escatológicas eran reales. La imagen es poderosa y era prueba fehaciente. Aún recuerdo la expresión estupefacta de una compañera que rápidamente conjeturó para calmar sus ojos incrédulos “Es montaje. Lo que ella tiene en la boca lo hacen con chococrispis”. Pobrecilla.
De manera similar, la imagen como habitual vector del mensaje consumista trajo otra consecuencia: el comercio electrónico. Ahora la codicia de lo que no se tiene venia también envuelta en HTML. Las tarjetas de crédito esperaban con lujuria. Sus números permitían obtener mercancías del otro lado del charco. La red fue tomada por los mercachifles virtuales transformando de nuevo el tubo de rayos catódicos en una vitrina global difícil de ignorar. Incluso ahora había que pagar por la mayoría del material X-rated, convirtiendo de nuevo al pornógrafo electrónico en un persistente y solitario cazador. El grial del cibervoyeur se torno tan esquivo como en los oscuros tiempos de la línea de comandos. En la informática, el eterno retorno se da con la rapidez de un ciclo de procesador.

BYTES A DOMICILIO
Subí las escaleras para llegar a mi casa con especial rapidez. Abrí la puerta y tire mi maletín al suelo. Corrí a mi cuarto y procedí a abrir mi computador con el destornillador de mi navaja suiza. Saqué la caja que contenía el tesoro. Mis ahorros estaban invertidos en él. Desempaqué la tarjeta, la introduje en el slot de expansión y presioné fuerte, experimentando un ligero placer. Atornillé de nuevo y descansé. Ya tenía un módem. El afán no me permitió efectuar una instalación telefónica cuidadosa. Simplemente desde el conector de la sala tiré un cable de 20 metros hasta mi cuarto. Encendí el equipo y seguí las instrucciones. Luego fue el éxtasis. Tras sentir que el computador emitía un ruido como su estuviese haciendo gárgaras comprobé que estaba conectado. 14.4 KB por segundo era la velocidad de mi alegría.
El estar conectado desde la casa tenia sus ventajas y desventajas. Ahora a los desvelos provocados por la TV, la lectura o el amor, había que sumarle el del Internet. Las horas se deslizaban implacables por mi cuarto pero mi monitor era una cámara inmune a su paso. Noches enteras leyendo información de mis temas favoritos, escribiendo correos y, debo confesarlo, visitando páginas X y chateando. La última confesión, además de ser un monstruoso verbo, es más dolorosa. Hubo que esperar a que las pesquisas maternas basadas en los ruidos nocturnos y renglones inexplicables en la factura telefónica, contuvieran el frenesí.
La explosión combinatoria de los computadores interconectados invadió los hogares de clase media. La comunidad ardía en intercambio de bytes segregados por nuestros tibios dedos, extensiones galopantes que impulsaban una nueva identidad. El Doom era el juego donde los outsiders empiyamados se enfrentaban bajo la máscara de un nickname pretencioso. El gatillo era corroído por el sudor, el letrero CTRL se diluía mientras el sonido de la ametralladora castigaba las membranas de los altavoces soundblaster. Más de una vez vi mi cadáver desangrarse el pixeles rojos en el suelo poligonizado de la escena. El combate terminaba con una obscenidad y una orden de desconexión. El duelo se postergaba, hasta ser reeditado la próxima noche.

LOGOUT
Vivencias recobradas en un play cíclico bombardean mi tráfico mental. Recuerdos más recientes que pronto ingresarán a la base de datos histórica de mi memoria. La multimedia, los nuevos juegos, el mp3, la banda ancha, el peer-to-peer, la loable lucha del pingüino; el arreglo desborda la capacidad de procesamiento. La nostalgia es el algoritmo de recuperación. Un archivo MPEG vale más que 1 Giga de palabras. Ya me empiezo a hartar de devorar pixeles y ejecutar la evocación. Cierro todos los programas y me pongo de pie. Siento la camiseta adherida a mi espalda. 2 horas y 40 minutos me informa la recepcionista mientras una ruidosa impresora de matriz de punto expulsa un recibo. El último flashback es cuando cansado, traicionaba una línea de comandos expectante y digitaba el comando logout para desconectarme. Entonces ese prometedor universo monocromático se enfriaba. El cursor languidecía mientras la pantalla se tornaba inerte. Pago y me dirijo a la portezuela de aluminio con vidrios que transpiran. Al otro lado la secuencia aguardaba por su reinicio. Contemplo su muestra aleatoria de sensaciones en mute. Abro la portezuela y deseo que el sol fuese aquel lejano cursor cuya canícula desapareciera con simplemente digitar logout.

Luis Fernando Medina C. (luscus9@yahoo.com)http://altadensidad.blogspot.com
//No se usaron herramientas de Micro$oft en la composición y transmisión de este texto.

Publicado digitalmente en el proyecto Joystick. Barcelona: http://www.jstk.org/txt/index.html