jueves, agosto 07, 2008

Un impostor efectivo



Intro//
Un neón langaruto y mal ubicado ilumina escenas de dulce esnobismo. Los engatusadores forrados en gamuza ensayan rituales de conquistas, ya instalados en el cenit de las muecas propiciadas por una cerveza mas cara de lo normal. La atmósfera se congela bajo el manto tejido por un frío sintetizador. Ojos saturados de lila dictaminan el éxito de la metamorfosis de los galanes que de la torpe imitación de Woody Allen han pasado al gag físico a lo 3 chiflados. Eso o simplemente están borrachos. La ebriedad del deseo toma lugar en las maniobras de seducción que se repiten matricialmente en la rivera de mesas de billar desiertas de marfil. Ya he construido el mapa del lugar deambulado, mejor un ente móvil, con destino aparente, que alguien observando tímidamente desde los muros y las ventanas panorámicas que retratan el centro de la ciudad, donde las mazorcas del viernes se funden con los charcos. Estoy identicamente solo y mordisqueado como las mazorcas. Mis pasos son iguales de sintéticos que la metódica voz que sentencia desde la meseta tonal del inconformismo cool. No entiendo la letra. Mis ojos deambulan por las capas de piel y vinilo, por la blancura de deliciosas piernas explotando tras de mallas negras, surgiendo de faldas improbables coronadas por tetas adivinadas bajo el cuero y los cierres, con rostros de desden, y por ojos vacíos pero punzantes detrás de un fleco rebelde de un corte punk de diseñador. Un flujo denso de guitarra acompaña la contemplación, ataviada de desprecio como consolador ante una evidente lascivia no admitida, reprimida por la soledad y única salida ante la sensación de sentirse extraño en un antro de labiales carcajeantes y gestos estudiados. Un bastardo extraviado en el simulacro del underground pagado con tarjeta de crédito... ¿Un impostor? . Otro acorde de guitarra. El sexo no tiene principios y exige comunión, el encuentro de un contacto, algún remoto conocido de aspiraciones New Wave que me lleve aunque sea a algún minúsculo comercio de palabras con alguna de las nenas de hielo. Otra vez la voz métrica. Miro el pálido escenario y alcanzo a divisar una corbata que se contorsiona y escupe con sensualidad bizarra algo que creo que dice: Flowing into a space of black holes, my wishing light tongue ship. Flujos. Mi desconcierto se confunde con la pulsión de una miada, de un momento de sosiego a salvo en el único rincón genuino del espacio: el baño. Una torre solitaria en su piso ajedrezado lleno de pisadas de barro y amarillo.

Puente//
Sentado en la barra consumo una cerveza observando la logia que arregla el escenario para el siguiente acto. La música es igual de maquinal pero ahora proviene de un autómata que parece escarbar tras unas gafas inmensas miles de canciones en un portátil plateado. Sus 15 minutos de fama warholiana. He optado por las bancas ligeramente altas de tallo de acero y asiento de plástico rojo que me permiten escapar directamente de la escena contemplando su reflejo en los vidrios cortados que se asoman tras una inútil colección de botellas de licor. Alguna que otra frase insípida con el que creo es el dueño me confiere algo de humanidad, mientras deduzco que su amado billar se ha convertido en un CBGB improvisado por motivos meramente económicos. La fidelidad casi siempre es mala para los negocios. Un sorbo mas de desesperación. Una voz inesperada se dirige a mi.
_ Pero si es el viejo luscus, todo imaginé menos verte aquí ¿cambiamos los gustos?. - interpela la voz que proviene de la corbata contorsionista. Se ha corporeizado en miembros arropados en un saco de pana, gafas de marco grueso y pelo engominado. Un viejo amigo de la Universidad.
_ No me digas así que no me gusta. Ese seudónimo de cierta y patética manera va con todo esto. ¿Donde creen que están? ¿Nueva York, 1981? Sólo los desmemoriados y los adolescentes se empeñan en revivir esa década tan horrible. - sentencio. La reacción solo revela lo ansioso que estaba de hablar con alguien conocido.
_ Jaja, seguís igualito. Solo que con menos pelo. ¿Si no te gusta entonces porque venís?
_ Pues en realidad me gane la entrada por internet y no sabia muy bien que era. Y en estos tiempos en donde el mismo gobierno lo roba a uno, pues cualquier cosa gratis es ganancia.
_ Así es.
_ No sabia que tenías una banda, ¿y como se llama? - interrogo cambiando el tema.
_ The pajixos – celebran unos ojos satisfechos desde el fondo de su propia complacencia.
_ Ya veo – respondo sorprendido.
_ ¿Y la canción esa de cantabas? Solo entendí algo de agujeros negros y lenguas como naves espaciales – miento fingiendo desinterés.
_ Se llama: “Chubaca's black kiss”
_ Ya veo.................................................................................................................................................
Ahora todo tiene sentido. La banda. La canción. El aspecto Elvis Costello obtenido meticulosamente con excursiones a los pulgueros. Solo un ñoño onanista con aspiraciones new wave tardías y una calculada iconoclastía podría concebir tal bodrio. Sin embargo, la transformación ocurrida ha dejado intacto el carácter que le recordaba. El que lo hacía mi amigo. Callado y embutido en un libro de comics. El disfraz y lo retorcido son maneras usuales en que los tímidos se expresan. O he de decir, nos expresamos. Tal vez por ello conversamos entretenidamente sin el tedioso ejercicio de recordar el pasado. Hablaban los que somos ahora en un dialogo mitad sincero interés, mitad ardid publicitario. Mírame : No soy el mismo flacucho de antes que no levantaba nada. Ahora canto en una banda de rock. Soy el macho alfa de la sociedad moderna. De repente el chillido de un micrófono interrumpe la sesión honesto-promocional para anunciar el evento central. Aquel que iba en letra grande en el pase que me llego por correo electrónico. Aquel que me tenía allí.
_ Ahora con ustedes: JLS - Junkie Lesbians Society – Los gritos no se hacen esperar.
Pero que nombres se pone esta gente, es lo único que alcanzo a pensar. ¿Y porque todo en ingles? prosigo con falsa indignación, quizá producto del patriotismo barato que nos corroe. Al escenario ascienden las predecibles humanidades de traje oscuro, tenis blancos y pelucas oxigenadas. Me preparo para el tedio. El Elvis Costello Alfa me mira de reojo como adivinando mis pensamientos. Por algún momento siento la conexión del pasado. Feedback, entre conciencias, entre vidas, entre amplificadores voluptuosos esperando con ansias. El guitarrista, se acerca al micrófono sin dejar de sostener su Gibson original.
_ Gracias, por venir. No soy bueno para hablar – confiesa otra instancia mas del estereotipo de guitarrista famélico – Vamos a lo que vinimos. Pero primero un aplauso para nuestra diva: Vanessa Lurrex.
Las chaquetas de cuero articulan las palmas inmediatamente. Los silbidos y un esporádico mamacita constituyen la antesala perfecta para una presencia que se hace esperar. Invisible, inmaterial, perfecta para un nombre tan postizo. Los aplausos cesan sin que la cantante de la Junkie Lesbian Society aparezca. Definitivamente: una diva. El silencio obediente delata una ceremonia desconocida para mí pero que seguramente ha tenido varias encarnaciones, abrazadas con fervor por los seguidores. Esta es otra comunión. El teclado simula un sonido de brisa que acompaña el estallar de unos tacones contra las baldosas de color amarillo. Los brazos se levantan ocultándome la esquiva-diva hasta que inicia su ascenso al escenario. Estupefacción. Corazón acelerado. Una visión excelsa destilada con fina suavidad del improbable caldero post punk universitario recalentado modalidad cundiboyacense. Completamente dueña del escenario. Tacones carmesí, medias de malla, un ligero vestido satinado con flores y un escote que a pesar de la visión en contrapicada, lucía prometedor. Piel de apariencia suave incólume al neón, rostro delicado y enormes ojos. Solo el omnipresente peinado revival ochentero llevado con la inocencia e impunidad de quienes no recuerdan muy bien la época, la unía a la escena de vanidades retro en plácida interacción. Solo sus manos de muñequita podían tomar el micrófono con dulzura y cantar con furia. Inmediatamente quede enamorado, que es la manera en que los hombres de apariencia sensible escatimamos el deseo sexual. La multitud sucumbía ante la combinación sonora mientras yo no podía dejar de pensar en aquellos labios, génesis de palabras incomprensibles; en aquellas caderas, elegantes pero inmóviles, en aquellas piernas largas y sincrónicas con la batería. De alguna manera mi deseo evidenciado en una cara de estúpido confirmó al orgulloso clon-costello sus capacidades adivinatorias:
_ ¿Te gusta? - pregunto divertido.
_ Pues está bonita – respondí con torpe neutralidad.
_ Si quiere yo se la presento. Después de aquí saldremos para el estudio-madriguera JLS, a celebrar. Vos sabes... un after and you are invited! - concluyó girando la corbata.
A pesar del tono prepotente del vocalista de the pajixos, de lo repentino y tal vez inconveniente de la invitación, de su patética imitación ala Alex Large y sobretodo del previsible destino de deambular solo en la madrugada rodeado de músicos desconocidos y ebrios, lo cual haría desistir a cualquier persona inteligente, acepte. Incluso la lujuria apocada es descerebrada y susceptible a divas advenedizas.

//Coda
Aliviado por no haberme quitado unas ridículas medias tobilleras esquivaba charcos de vomito en una alfombra color verde botella. Aprovechaba la somnolencia general para saltar entre las chaquetas de cuero despojadas tiradas al lado de anoréxicas vitrinas de carne y tatuaje que persistían en abrazar sus instrumentos. Otros invitados compartían un minúsculo sofacama en una pila de ronquidos y babas. Yo mismo daba tumbos en calzoncillos intentando reconstruir lo ocurrido.¿Donde me encontraba? ¿Qué había ocurrido? paulatinamente una sensación de frío y desubicación me corroía mientras el baile de una cortina y un filo de luz por la ventana anunciaba un inminente amanecer. Los recuerdos acudían con la brevedad de la luz estroboscópica que bañaba a Vannesa, congelada rodeada de su banda que daba saltitos. Recordaba estar bajo la luz de una lampara antigua sentados en aquel sofacama compartiendo un vino barato, interrumpidos por su calculada maniobra de pasearme sus sutiles curvas mientras cambiaba de lado un disco, ademán extinto solo conservado por aquellos con la burguesa manía de coleccionar discos de vinilo. La aguja, los surcos, sus piernas ya mas descubiertas y mis dedos anhelantes, todo una metáfora de interacciones, de sensaciones en lento desarrollo al ritmo de una música fluía anacrónica pero efectiva. The Clash, The Cars, Blondie, Televison, B 52, Ultravox, algún incunable Depeche Mode, el universo musical era predecible, sintético y articulado perfectamente con la imagen de la banda, con la misma actitud displicente de Vanessa:
_ ¿Por que estas aquí? es evidente que no es tu sitio – Espeto cortante acabando una charla sin sentido en donde yo me esforzaba por estar a su altura, confeccionando nerviosamente un conocimiento apócrifo basado en wikipedia y detalles oscuros e inexistentes. La buena memoria y el histrionismo son cualidades inherentes a un buen esnob.
_ ¿Y porque te la has pasado toda la noche conmigo? - conteste intentando parecer seguro, en un elaborado autocontrol.
_ Eres el único que no conocía.
_ Eras la única que quería conocer...
Sentía que por alguna razón había sido su juguete. Sentía asco por aquella frase tan barata pero que al parecer la gano para mi deseo. El licor facilita las victorias, explicaba de manera vindicatoria. Sentía que debía escapar de aquel lugar, aprovechar la ausencia total de conciencia de los demás. Encontré mis ropas tiradas al lado de un pequeño colchón acomodado en una oscura habitación conexa. Ni rastro de ella. Caminando bajo la madrugada, pateando los charcos agonizantes, contemplaba el disco sencillo de “Behind the wheel” edición alemana que había tomado del abanico de vinilos regados por doquier. La canción era el resumen de la noche. Le deje todo el control porque ese era el acorde adecuado. Yo, el escogido, en una noche de mascaras meticulosas, la mas fraudulenta de todas. Un tímido desubicado, nostálgico y algo cascarrabias, orquestado por un impostor reincidente. Un buitre volando ejecuciones musicales de sangre y acero, efectivo para alcanzar el último hit en la lista de saqueos de discos, de honestidades y de pieles de plastico.

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Para S.