Tomo café mientras contemplo el plateado ataúd del Abuelo y parte de la familia reunida. Esta prohibido tomarlo para mi edad pero la situación lo amerita.
_Era un rebelde tu abuelo- profiere un tío desconocido. Tiene aspecto de baja estofa, seguro obrero de la hiperautopista amazónica. Habla con el desdén propio de su casta.
_No molestes al muchacho- solloza la Abuela.
_Mañana cumple años, se hace hombre.
_¡Mas bien esclavo!- Insiste el tío maldito.
Ishdir, el hermano del Abuelo me mira con ternura ¿o lastima? hoy en día no hay diferencia.
_Pues a mi me parece que era un idiota- interrumpe Camik, jubilado, compañero del Abuelo.
_Eso de sentar principios muriendo de hambre es inaudito.
El abuelo había renunciado a las píldoras supresoras de hambre que da el gobierno a los ancianos. Con ellas limpiaban su conciencia tras los años
en que la congelación de pensiones multiplicó los viejos famélicos.
_El sólo quería comida de verdad... como yo- Confiesa musitando Ishdir.
_¡Si, pero su valentía ahora le costará a la familia una fortuna!- responde el tío, que ahora sé que se llama Triano.
La muerte del Abuelo es considerada suicidio y sólo el estado puede programar muertes. La familia será multada y señalada.
_Eso ya no importa, nos la arreglaremos- repone la abuela, resignada.
Alguien me pregunta algo sobre la ausencia de mis padres. Los excuso aduciendo la respuesta que ellos ya saben: no obtuvieron permiso de la Compañía.
Aprovecho un silencio y me pongo de pie. Contemplo al Abuelo tras la ventana del ataúd. Se ve cansado. Lo han maquillado exageradamente, como un payaso. No es de sorprender, el oficio funerario es casi inexistente hoy en día. Todos son longevos hasta que el gobierno lo considere necesario. Todos malviven. Se trabaja o se vegeta adicto a los supresores de hambre.
Triano se hace a mi lado. Me susurra:
_Mañana serás hombre y podré acostarme contigo. Te pagaré bien.
Cerdo, ¿Cómo diablos consiguió la licencia para venir? debió sobornar a alguien.
La abuela que algo ha visto interviene y me trae de regreso al sillón. Hielo en su mirada para Triano, hijo pérfido. Ojalá muera aplastado bajo un árbol en la hiperautopista.
Inmediatamente y tocando con la cuchara su tacita de porcelana, la única existente, la Abuela convoca la atención. Brindis con café.
_No más tristeza, mañana mi adorado Octic será mayor de edad.
No presto atención, contemplo con desprecio a Triano, quien está al otro lado de la sala.
_¡Levanten la taza!.
Todos obedecen con vasitos plásticos. Camik canta una melodía de cumpleaños antigua. Ishdir me sonríe. La Abuela me besa.
_¡Felicidades esclavo!– exclama Triano mientras se saborea lascivo.
Introduzco la mano en mi chaqueta y saco el tiquete de la cita. Es la 014567. Soy el #94449786C. Mañana soy hombre. Mañana, la computadora del Ministerio del Trabajo me asignará el oficio con el que mendigaré ante las Compañías la mayor parte de mi vida, antes de la edad dorada de las píldoras supresoras de hambre.
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Este cuento es gemelo de Antídoto, publicado en el fanzine Tecnonucleo, lanzado el 23 de Diciembre en Cali.
Texto Antidoto
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martes, enero 16, 2007
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4 comentarios:
Hola L. A mi me gusta el cuento aunque me parece pretensioso lo de los nombres enredados. Donde se consigue tecnonucleo?. Exitos
El abuelo dejo de tomar las pildoras supresoras de hambre y Triano dejo de consumir su pildores anti-incestuosas...
lo interesante de leer el cuento es que parece que la sosobrs de un futuro asi no es tan irreal
que es eso??? he quedado atonita!!
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